Imagina que sales a carretera con el carrito de tu abuela. Ya tiene unos años pero le dan buen mantenimiento. Vas cómodamente a 100 kilómetros por hora cuando tienes que acelerar para evitar un accidente. El carro se queja, puedes oír como le cuesta pero consigue llegar a 130 kilómetros. Pasas el tramo el que tenias que acelerar y regresas a 100 para proteger el motor.
Normalmente tú y yo vamos por la vida a esos 100 kilómetros por hora, hasta que nos topamos con una situación de estrés que nos obliga a enfocarnos en algo e ignorar el resto: puede ser un proyecto nuevo en el trabajo, una emergencia familiar, un nuevo integrante en la familia, etc. Es ahí dónde la adrenalina corre a todo, nuestras capacidades aumentan temporalmente y pasamos de 100 a 130 kilómetros por hora. Pero no estamos hechos para correr siempre a esa velocidad, después de la emergencia, necesitamos regresar a una situación que no nos desgaste tan rápido, a una situación que nos permita mantenernos en la carretera a largo plazo.
El truco está en que el estrés, como muchas cosas en la vida, viene en ciclos. El ciclo se inicia solo pero no termina hasta que le avisas a tu cuerpo que ya se acabó. Muchas veces somos como el conductor que se aceleró y nunca quitó el pie del pedal, dejamos que nuestro cuerpo siga en modo estrés por semanas, meses o incluso años. Si no le avisamos a nuestro cuerpo que ya estamos “seguros” acabamos en agotamiento, tanto físico como emocional.
Aquí te van cinco maneras de ir cerrando ese ciclo, de ir bajando la velocidad para regresar a algo sostenible.
Respirar. Profundo y con pausa, que lo sientas en el estómago, no sólo en los pulmones. Si nunca has intentado puedes inhalar mientras cuentas del 1 al 5, mantener por 5, exhalar contando del 1 al 10 y pausar por otros 5 antes de inhalar de nuevo. Hazlo tres veces y ve cómo te sientes.
Interacciones sociales positivas. Hay temporadas en las que sientes o que todos están en tu contra o que toda la gente es mala. Así que para salir de esa creencia, hay que salir a la calle y tener interacciones positivas, puedes ser amable con la cajera y con la persona que empaca tu súper, puedes darle un cumplido a algún desconocido. Así le estás avisando a tu mente que no tiene que estar esperando una agresión cada que sales de tu casa.
Reir. A carcajadas, de esas veces que te duele el estómago y empiezas a llorar. Busca a tu comediante favorito en youtube o invita a cenar a tu casa a aquella amiga con la que hiciste estupideces cuando eras más joven para que se acuerden juntas. De acuerdo con la neurocientífica Sofie Scott, al reír con otras personas estamos usando un sistema antiguo que evolucionó para ayudarnos a manejar las emociones y a crear conexiones sociales. De nuevo, se trata de avisarle al cuerpo que puede bajar la guardia.
Afecto. Hay muchas frases cursis que dicen que el verdadero hogar no tiene dirección física, sino que se encuentra con las personas que te quieren. Aquí tienes varias opciones, desde pedir que te hablen bonito a tus amigas o a tu pareja, el abrazar a alguien durante 20 segundos o el acariciar a tu mascota durante unos minutos. Lo importante es esa conexión con un ser amado, que te permita relajarte y bajar tu presión arterial.
Llorar. Aquí aplica la de claro que puedo con todo pero primero voy a llorar. Busca un lugar en el que te sientas seguro, acerca la caja de kleenex, y dale rienda suelta a las lágrimas por unos diez minutos. Una vez terminado respira profundo y compara cómo te sientes antes y después de llorar. Las lágrimas no alteran la realidad, pero una vez que ya le diste un escape a las emociones, tienes la cabeza más clara para resolver lo que te está angustiando.
Si eres de la vieja escuela y te enseñaron que los hombres no lloran, puedes ayudarte de alguna película triste (La vida es bella es un clásico) y ponerte en los pies del personaje, para que a través de él vayas sacando esas emociones. Por algo los griegos amaban sus tragedias, les permitía llegar a la catarsis.
Y si no funciona nada de lo anterior, busca la repetición de cuando tu equipo favorito llego a la final sólo para perder. El chiste es que crees un entorno en el que puedas sentir pero que tenga un final determinado.
¿Y cómo saber si ya regresaste a tu velocidad promedio? Voy a sonar hippie pero escuchando a tu cuerpo: tal vez estés de mejor humor, tal vez ya puedes pensar en más cosas en lugar de que un sólo pensamiento esté dando vueltas en tu cabeza, tal vez ya sientes los hombros y la mandíbula más relajados.
Ninguna solución es mágica, y haciendo los ejercicios anteriores no te garantizo que llegues a un cero de estrés, especialmente si llevas varios arrancones acumulados, lo importante es reconocer la ganancia. Si empezaste en un 8, con un abrazo, una película para reír y salir a correr,puedes llegar a un 4 de estrés.
Este newsletter está inspirado por la pregunta que hizo una amiga hace poco, después de una situación de estrés, quería regresar a sus niveles normales de energía y me acordé que yo, durante la pandemia, cuando tuve una emergencia de salud, me sentía tensa como cuerda de violín, no tanto físicamente pero si emocionalmente.
Fue gracias a este artículo de TED que me di cuenta que no estaba completando mis ciclos de estrés, sino que los estaba acumulando uno tras otro y de ahí venía mi cansancio. Así que fui aplicando algunos de los consejos que vienen, porque son relativamente sencillos y conseguí dejar de sentirme como si fuera a estallar en cualquier momento. Espero que también te sirva a ti o al menos, si llegas a estar en esa situación, sepas que existen estas herramientas. Aquí está el artículo original.
Feeling emotionally exhausted? 6 things you can do to release your stress