La semana pasada comencé a aprender a andar en bicicleta. Tengo una rodilla raspada y la habilidad de andar en línea recta como resultado de mis esfuerzos de dos días. Hace un par de años había intentado aprender a rodar en bicicleta, pero sin éxito. Le dedique incluso más tiempo y sin ver resultados. ¿Qué cambió entre aquel primer intento y este?
El primer día fue un ciclo infinito de falsos arranques, en los que no conseguía ni poner los pies en los pedales antes de estar frenando porque ya había perdido el balance.
Después de unos 20 minutos de estar así, decidí estandarizar mis intentos de arranque, el pedal derecho en el punto más alto, mi pie sobre él y usaba el pie izquierdo para impulsarme y tener vuelo. Tenía que recorrer dos veces de esquina a esquina usando este sistema antes de dar por terminada la práctica. Una vez dominada esa parte, me concentré en poner el pie izquierdo en el pedal.
Al día siguiente partí de donde me había quedado el día anterior. Con el arranque resuelto pude avanzar algunos metros. De ahí siguió encontrar como frenar. Todavía está pendiente aprender a dar la vuelta y hacer cambios de velocidad.
Como te decía, no es la primera vez que intento aprender a rodar. Sin embargo, esta vez el trabajo está dando resultados y me puse a analizar dónde estaba la diferencia.
Para empezar, deje de creer que andar en bici era cuestión de suerte. Parece tonto, pero asumía que, si intentaba arrancar suficientes veces, de alguna manera mágica, un intento funcionaría y listo, ya aprendí.
Esta vez decidí partir en pedazos el proceso, concentrándome en lograr que una parte funcionara antes de moverme a la siguiente, asegurándome de repetir las condiciones iniciales una y otra vez, de manera de ir corrigiendo de acuerdo con la retroalimentación recibida. Si tenía muy poco impulso, la siguiente vez tomaba más vuelo. Si movía demasiado el manubrio, la siguiente vez intentaba moverlo con más delicadeza.
El otro cambio tenía que ver con la atención que le pongo a lo que estoy haciendo. La primera vez estaba tan aterrada de caerme que mi mente estaba más enfocada en evitar la caída que en mi balance y en mecanizar el movimiento. Esta vez acepté que las caídas eran inevitables, me puse el casco y me concentré en pedalear ajustando la velocidad y la fuerza. ¿Eso evitó que me cayera?
No, pero si liberó espacio en mi mente que era necesario para aprender.
En resumen, la diferencia entre los intentos previos y este intento es que en esta ocasión estoy practicando deliberadamente. Una práctica deliberada implica tres cosas:
1. La tarea que tenemos supone un reto alcanzable.
2. Cada tarea tiene un objetivo claro y sabes cuándo ha sido alcanzado.
3. Buscamos y recibimos retroalimentación para cada tarea que completamos.
Esto de la práctica deliberada es una nueva herramienta que estoy añadiendo a mi kit. Me emociona ver que más puedo lograr con ella.
¿Cuál ha sido la última herramienta añadida a tu kit de habilidades para la vida?, ¿cuál fue la última actividad en la que practicaste deliberadamente?