Para su buena suerte había una jarra completa de agua de horchata con canela para acompañar la comida.
Para su mala suerte, era la temporada de moscas, que se la pasaban zumbando de platillo a platillo.
Para su buena suerte la niña alcanzó a servirse un vaso grande antes de que se acabara el agua.
Para su mala suerte, al tragar notó algo sólido. Con la esperanza de que sólo fuera un pedacito de canela, lo escupió en la servilleta. No era canela, sino una mosca que había muerto feliz ahogada en los últimos mililitros de un agua de horchata.
Para su peor suerte, ni siquiera era una mosca completa, le faltaba un ala.
La niña del agua de horchata era yo y la anécdota del agua de horchata forma parte de las historias que mi familia cuenta cuando quieren reírse de alguien o consolar a alguien porque tal vez les fue mal pero no tan mal como para comerse una mosca.
Cuando tienes una reunión hay dos maneras de entretener a la gente.
Hacer conversación, que en realidad es una serie de preguntas y respuestas.
Aventarte un monólogo que es básicamente contarle una historia a los demás invitados.
En semana santa recibimos nuevos miembros a la familia ahorita que andan en temporada de bodas. Nuevos miembros significan nuevas oportunidades de contar las historias vergonzosas para introducirlos al lore familiar. Eso sí, si se van a reír de mis confusiones, al menos soy yo la que tiene el derecho de contar cómo pasó.
Como llevo tantos años contando esa historia, ya la tengo dominada. El orden en el que decir los acontecimientos, el tono de voz, las expresiones, las pausas dramáticas para crear suspenso y el cierre. Entre los platos fuertes de mariscos y el pay de limón de postre, fui haciendo un monólogo tras otro. La historia de la mosca fue una entre muchas otras de las que conté para mantenerlos entretenidos.
Claro que la habilidad para mantener a la gente entretenida con mis historias no nació de la noche a la mañana. De hecho la obtuve aprendiendo primero a contar chistes.
La revista Selecciones que compraba mi papá todos los meses traía un par de páginas dedicadas a chistes y anécdotas graciosas que yo me aprendía de memoria para después decirlos en el momento oportuno (y un par de momentos inoportunos también).
¿Por qué te recomendaría aprender a contar chistes?
Los chistes son la versión con rueditas de un monólogo gracioso:
Ya tiene la historia así que no necesitas que a ti te haya pasado algo interesante para tener que contar.
Ya tiene el orden necesario para que se entienda que cual fue el inicio, la conclusión y el final. Si alguna vez haz sido víctima de alguien que te cuenta una película empezando por la mitad para regresarse al inicio y luego brincarse hasta el final, sabes que puede ser la historia más interesante del mundo pero en desorden no funciona.
Y por último los chistes te enseñan la importancia del ritmo: cuéntalo sin las pausas necesarias y te van a responder con miras confundidas sobre si ya se pueden reír o todavía están esperando por el punch-line.
Una vez que tengas medio dominado el contar chistes, ahora te toca empezar a imaginar lo que te paso a ti, como si fuera chiste. ¿Cuál es la parte sorprendente o graciosa?, ¿cuántas cosas deben de saber antes para que entiendan porque es sorprendente?, ¿en qué orden tienes que contarlo?, ¿cuántos personajes intervienen?.
Ya que tienes el monólogo en tu cabeza, empieza a practicarlo con tu familia y amigos- ¿Le entendieron o te tuvieron que interrumpir con preguntas?, ¿conseguiste transmitir lo que querías?, ¿mantuviste su atención o se distrajeron a la mitad/el final? Todo esto para ver que vas a mejorar la siguiente vez que te toque contarlo para ser parte del entretenimiento.
Con cada interacción vas a ir notando como cada vez es más fácil captar y mantener la atención, aún cuando lo que tengas que monologar no sea algo gracioso sino los resultados trimestrales de tu equipo de trabajo.
Así que para este newsletter te voy a dejar tarea. La siguiente vez que te aparezca un comediante haciendo su rutina de stand-up, además de reírte, haz una pausa para analizar el cómo estructuró la anécdota que estaba contando y cómo puedes tomarla prestada para la siguiente vez que te toque estar al frente de un grupo de personas y mantener su atención.
Te almorzaste una mosca, te sentaste en una banca para patinetas.... This is good stuff, keep 'em coming 😄