La historia del ingeniero que retó a una ciudad. Entrada #25
Una mañana de 1790, los habitantes de Londres despertaron para descubrir que un ingeniero había decidido retar a toda la ciudad. En la ventana de su tienda había un candado con el reto pintado en letras doradas: “El artista que pueda hacer un instrumento que abra esta cerradura, recibirá 200 Guineas de recompensa.”
El ingeniero era Joseph Bramah y estaba tan seguro del diseño de su nuevo candado que ofrecía un premio equivalente a $20,000 libras actuales. Ladrones, ingenieros y curiosos aceptaron el reto. Uno tras otro fueron derrotados por la cerradura. Cuando Bramah murió en 1814, se fue a la tumba sabiendo que nadie había logrado vencerlo. Al morir les heredó a sus hijos la tienda y el reto.
Imagina por un momento lo que se sentía tener una de las cerraduras de Bramah en tu casa. Podías irte de vacaciones tranquila porque no había manera de que alguien entrara y se llevara tus cosas. Podías poner bajo llave todos esos documentos que nadie más debería ver. Durante esos años, los habitantes de Londres tuvieron una sensación que el resto del mundo no había conocido antes: la de la seguridad perfecta.
En 1851, los hijos de Braham recibieron una visita que se presentó como “El mejor cerrajero del mundo.” El visitante era A. C. Hobbs, un cerrajero norteamericano que había ido a Londres para participar en la primera Exposición Mundial. Hobbs era famoso por visitar a los bancos y abrir las cajas fuertes, demostrando lo inseguras que eran y vendiendo sus propias cerraduras para protegerlas mejor.
El reto dejado por Joseph Braham era la prueba final para demostrar que Hobbs era el mejor. ¿Sería que este yanqui podría vencer el reto que durante más de 60 años había ganado contra todos los habitantes de Londres?
Los hijos de Braham aceptaron el intento de Hobbs y le dieron 30 días para que intentara abrir la cerradura. Hobbs se instaló en una habitación en el piso superior de la tienda y empezó a luchar contra el diseño de Bramah. La primera semana pasó y el candado seguía cerrado.
Para el fin de la segunda semana, Hobbs había logrado vencer a la cerradura y regresó victorioso a su ciudad. En su maleta llevaba además del dinero del premio, la sensación de seguridad que habían disfrutado los londinenses durante esos 70 años. Una sensación que nunca ha podido recuperarse por completo, como lo sabes si te has quedado afuera de tu casa o tu carro y te ha tocado ver con qué facilidad un cerrajero puede abrir el seguro.
En la infancia, si tienes suerte, vives en el mundo con “perfecta seguridad”. Eres aún un niño y volteas a ver a los adultos que te rodean desde la perspectiva de que ellos sí saben lo que están haciendo.
Hasta que un día, llega una situación que te rompe la burbuja. Entonces descubres que crecer incluye cumplir más años pero no incluye la hoja de respuestas.
Que todos estamos aquí cruzando los dedos y aventurándonos por diferentes caminos.
Que la única seguridad que tenemos es que va a haber problemas sin importar la decisión tomada.
Que ser adulto es tener el valor de vivir en este mundo sin garantías.