Ninguna ruptura amorosa me ha dolido tanto como cuando mi estilista ha decidido terminar la relación. Aplicando el clásico no eres tú, soy yo me han dado todo tipo de razones por las cuáles ya no me van a poder atender: algunas se casan y se van a vivir a otro estado, otras deciden cerrar la estética para atender a sus bebés y unas más se jubilan.
Fue después de una de esas rupturas que, buscando a quién confiarle el cómo me veo, llegue a la estética de B.
B rebosaba confianza, confianza fundamentada por todas las fotos de artistas a los que había arreglado cuando venían a dar conciertos a mi ciudad.
Decidí yo también creerle que sabía lo que hacía y salí de ahí con un nuevo corte de cabello y una cita para depilarme las cejas en la próxima visita.
Mi relación con mis cejas es de vive y deja vivir. No son exactamente iguales pero no son lo suficientemente asimétricas para que me molesten, así que había pasado los primeros 25 años de mi existencia sin tocarles ni un pelo, literal. Aún así, B había dicho que me vería bonita si tan solo me arreglara la ceja y yo queriendo ver si era cierto, había aceptado.
Fui a mi despunte y me arreglaron la ceja. Por más que me veía al espejo, no veía mucha diferencia, definitivamente no me encontraba el “mucho más bonita” con el que me habían convencido. Lo que sí me llamó la atención es que la chica que me estaba aplicando la cera me ofreció incluir una depilación de bigote en la siguiente cita.
¿Será que había estado todo este tiempo yendo a trabajar, a clases y demás bigotona y era tan distraída que no me daba cuenta?
De nuevo consulte con el espejo y no encontraba el bigote que me habían querido quitar. Para salir de dudas le pregunté a mi mamá, mi novio y mi madrina. Todos confirmaron que dicho bigote no era aparente y podía seguir con mi vida como siempre.
En la siguiente cita empezaron a sugerirme que me pusiera luces rubias en el cabello, no solo para verme más bonita sino para distraer a la gente y que no se fijara en lo mucho que sobresalían mis orejas.
Y aquí si tengo que darles crédito, si bien podía ir por la vida sin preocuparme de la forma de mis cejas, mis orejas son un punto de mi cara que si me genera inseguridad. Tal vez por la vez que compararon mis orejas con las puertas abiertas de un vocho. Si eres muy joven para entender la referencia, va algo así:
Andaba considerando poner las luces y los retoques de tinte en mi presupuesto cuando llego la fecha de la siguiente cita. Al ver que todavía no tenía agendado el servicio para teñirme el cabello, B me dijo de broma que si quería, podía recomendarme un cirujano que me podía resolver el problema de manera permanente. Pagué el corte y salí de ahí sintiéndome más prima de Dumbo que persona.
Afortunadamente mi mamá vio que andaba achicopalada y me sacó la sopa. Le expliqué que si alguien como B, que estaba acostumbrado a hacer que sus clientes se vieran lo mejor posible me estaba insistiendo tanto en que hiciera algo para tapar mis orejas es porque seguramente era algo que era tan llamativo que era en lo que los demás se fijaban en cuanto me veían.
Mi mamá, con los casi treinta años de experiencia adicional que me lleva, sólo me hizo una pregunta: ¿Cuándo ibas con Chio (la estilista anterior) salías sintiéndote mejor o peor que cuando entraste? Mejor le contesté sin dudarlo. Chio me parecía más accesible y siempre me decía que tenía bonitos ojos cuando me maquillaba para un evento.
Eso me hizo darme cuenta que, en comparación, cada que regresaba de ir a cortarme el pelo con B me sentía peor. En lugar de salir contenta por el corte y el peinado, salía con una nueva inseguridad en cada vuelta. Sentarme en esa silla era empezar a buscar en qué aspecto no cumplía con el estándar de belleza.
Esa cita, en la que me recomendaron operarme para arreglar algo que no estaba roto, fue la última vez que fui con B. Y de esa experiencia saque la tercera lección que me hubiera gustado que mi versión de 20 años supiera:
No te quedes en dondé de cada interacción salgas sintiéndote menos.
Esta lección aplica para trabajos, amistades, parejas y si, también para estéticas.