Hoy vengo a invitarte a hacer algo feo.
Si, tan feo que te daría pena que alguien más lo vea.
Algo tan feo que no es apto para el consumo público.
¿Cuál es el punto de meterle tiempo, materiales y creatividad a algo que nunca va a ver la luz? Que cuando tus estándares son tan bajos que no lo puedes echar a perder, ganas libertad total para practicar tu arte.
Es inevitable que cuando creas algo que va a interactuar con el resto del mundo, esa interacción le imponga un estándar mínimo que tiene que cumplir la pieza que estás creando.
Si, puede que en este newsletter hable solo de cosas que a mí me interesan pero eso no le exime de pasar por una revisión de ortografía y claridad para que sea entendible para las personas como tú, que lo van a recibir en su correo.
También existe esa presión interna de ver el avance con cada live que hacemos, cada dibujo que terminamos, cada ensayo que publicamos. Somos realistas y no nos exigimos ser el doble de buenos, con un 1% que mejoremos en cada interacción, con eso es suficiente pero eso no acalla la exigencia: esta pieza tiene que ser mejor que la anterior.
Dicho de otra manera, la última vez que le dedique un fin de semana a cortar y ensamblar una prenda, este fue el resultado. (Y tiene bolsas):
En cambio, este fin de semana, por día y medio intenso de trabajo, obtuve a cambio esto:
Las mangas son distintas, la tela ni siquiera está limpia y tiene tanto polvo que me pica si traigo puesto el vestido más de 20 minutos, los hilos me hacen cosquillas en las piernas y aunque no sale en la foto, está tan rayado como el libro de dibujos de un niño de preescolar. Y no puedo esperar para volver a hacer un vestido así.
Aunque el vestido está feo, ha sido uno de los vestidos que más me ha enseñado. Cómo no tiene que verse presentable, pude experimentar con diferentes terminados para encontrar lo que a mi me gusta y lo que mi habilidad me permite hacer, todo en una misma prenda.
También hay algo mágico en la rapidez con la que puedes probar, fallar y volver a probar.
Adoro la costura pero es dolorosamente analógica. Si me equivoco y coso las mangas con las costuras hacia afuera, aquí no hay un control z que me permita rápidamente regresar al punto sin mangas y volver a coser. Aquí toca deshacer cuidadosamente lo que hice mal para poder volver a intentarlo. Énfasis en cuidadosamente porque si voy corriendo y rompo la tela, ahora no sólo tengo que arreglar las mangas, sino el agujero y hay veces en los que te echas la prenda entera.
Con un borrador de vestido como el que hice, no hay necesidad de descoser, simplemente le doy la vuelta para ver cómo quedó la manga y luego la regreso al derecho. No existen esos estándares que si aplican si voy a salir de la casa con ella puesta.
Y cómo no tengo que pagar con el descosedor por equivocarme, aquí tengo carta blanca para explorar todos esos: ¿qué pasa si…?
Si sientes que ya no te gusta tanto tu escape creativo como antes, te invito a que le programes un tiempo en tu agenda para crear algo no apto para consumo.
Usa materiales que no te duela si acaban en la basura.
Simplifica lo más posible el proceso para que no haya trabas entre el momento que quieras hacer un experimento y que realmente lo hagas.
Y lo más importante, si sientes que te equivocas, no te desvíes tratando de arreglarlo, tú sigue adelante, sigue fluyendo, sigue experimentando. Espero que al final, tú también tengas un vestido feo que poner en tu clóset.