El domingo fui con mis papás a un concierto sinfónico conmemorando los 100 años de Disney. Empezamos bien, nos citaron media hora antes de que empezara para asegurarnos de que la gente que llega tarde no interrumpiera a media canción. Nos hicieron la transición de este es un concierto cualquiera a este es un concierto de Disney haciendo que dos botargas de Minnie y Mickey, con las voces de los personajes presentaran a la orquesta. También tenían un proyector que mostraba las escenas de la película a la par que tocaban las canciones.
El problema llegó con la selección de canciones. Para abrir utilizaron un popurrí de canciones de Encanto. Nada en contra de Encanto pero es una película nueva y que solo salió en Disney plus, entonces la mitad de la sala nunca las había escuchado. En lugar de continuar con la emoción que ya habían creado, se enfrió un poco porque la audiencia empezó a dudar si habían pagado por escuchar música que no conocían en lugar de los clásicos de su infancia.
Después de Encanto pasamos a los elefantes rosas de Dumbo y ahí recuperaron a la audiencia. El conductor empezó a presentar cuáles películas seguían cada dos o tres canciones y podías ver la anticipación de las personas, porque sabías cuál película seguía pero no exactamente cuál canción. Cerraron con El Rey León y el público los recompensó con muchos aplausos. A dónde fuera que mirara, la gente estaba sonriendo: papás, niños, abuelos.
Si hasta ahí hubiera quedado, hubiera estado perfecto pero a la demanda de otra, otra, otra regresaron para tocar la música de inicio de Up.
¿Reconocible? Sin duda, ¿memorable? también. El problema está en que es una de las canciones más tristes del repertorio. A mi alrededor se empezaron a escuchar los sonidos de alguien que abre su bolsa para sacar los kleenex y sonarse la nariz. Resulta que entre los 400 pesos del boleto, venía incluido que te hicieran llorar. Y no está mal que pongan música que te mueva hasta las lágrimas, lo malo es que justo ahí terminaron el concierto. Es el equivalente a ir al cine y que la película se acabe en el momento en el que el villano derrota al héroe.
En lugar de irnos a casa asociando el concierto con algo alegre, ligero y lleno de esperanza como lo es El ciclo sin fin de El Rey León, la asociación que se quedó de esa experiencia es algo triste. Y es frustrante porque estuvieron tan cerca de tener un buen cierre.
Y tal vez tú no vayas a organizar nunca el programa de un concierto sinfónico pero cada reunión que tienes con tus amigos o con tus compañeros de trabajo es una oportunidad de hacer un evento memorable. A menos de que nazcas con ese talento o estés bajo la tutela de alguien que ya lo tenga y puedas aprender imitándolo, la mejor apuesta para desarrollarlo y que no te pase lo que a la orquesta es el libro que te recomiendo en este newsletter.
El arte de reunirse de Priya Parker Te va llevando paso a paso en cómo organizar una reunión (de 3 a 300 personas) de manera que las personas consigan conectar. Llevó sólo la mitad del libro y aún así ya me ha dado un nuevo paradigma para entender que sí y que no está funcionando cuando voy a una fiesta de cumpleaños, a un concierto o a un entrenamiento.
Si eres una de las personas que como yo, tiene un poco de ansiedad social, este tipo de libros son enviados del cielo, porque te ayudan a entender el cómo y el porqué de las interacciones.
Así que si no quieres que alguien pague por algo que organizaste y se vaya con lágrimas en los ojos, dale una oportunidad a este libro.