Tantita madre
Muy probablemente la semana pasada celebraste a tu mamá o te celebraron. Yo quería mandar este newsletter el viernes, que fue el día de la madre en mi país pero como es un texto cargado de emociones, decidí tener tantita madre y dejar a mis lectores celebrar como mejor les pareciera y mandar esto una vez pasada la fecha.
Antes de continuar quiero avisarte que aquí voy a hablar de infertilidad y maternidades tanto deseadas como las que no, entonces si no es algo con lo que quieras lidiar en este momento, brincate este correo y nos vemos en el siguiente.
También quiero dejar algo en claro, normalmente pido comentarios sobre cada uno de los temas que abordo En este newsletter NO. Imagina este texto como un cuadro que ves en un museo cuyo autora murió hace un siglo. Si, puedes dejar que esa obra te impacte emocionalmente o mentalmente. Puedes incluso compartirla con alguien para tener un punto de partida para discusión pero no tienes manera de contactar al autor para hacerle saber tus comentarios. Hay temas que son tan sensibles para mí que la única manera de publicarlos es imaginarme que la única persona que va a leerlos soy yo.
Una vez hechas estas dos advertencias quiero platicarte que desde hace un par de años celebro el día de las madres con cierta melancolía. Me encanta agradecer y consentir a mi mamá en este día pero a la vez me sabe amargo que al menos en mi caso, no va a haber ese pase de relevo. No voy a pasar de celebrar a mi mamá a ser celebrada como mamá.
Afortunadamente, vivo en una época en la que traer un niño al mundo ya es una opción. La opción más ejercida pero una de las opciones a fin de cuentas. Hay quien elige la opción de no hacerlo por su propia convicción, hay quien elige no hacerlo por las circunstancias, y hay quien, como en mi caso, la biología elige por una.
Hablando de opciones, lo que la naturaleza no te da se puede remediar a través de la burocracia o de la medicina moderna. Entre las adopciones y las técnicas in vitro nunca ha sido más fácil convertirte en mamá si tienes los recursos y la paciencia.
Pero antes de empezar por esos caminos, me tocó mirar hacia adentro y descubrir qué es lo que realmente quería. Y sin importar si la charla fue sola, acompañada de mi pareja, mi psicóloga o mi amiga de confianza la respuesta fue la misma: No me veo siendo responsable de la crianza de un niño.
Irónicamente, son las mamás a mi alrededor las que me hacen sentir que la decisión es la correcta para mí. Más de una ha tenido que luchar para convertirse en madre. Platico con ellas y veo esa determinación por acomodar sus relaciones, sus finanzas y su cuerpo para traer a una personita al mundo y me doy cuenta que yo no la tengo.
Es como ver a alguien entrenar para convertirse en parte de la Selección de fútbol y darte cuenta que tú estás feliz y satisfecha jugando ocasionalmente con tus amigos en la cancha de fútbol siete.
Creo que la parte más interesante de no tener hijos no es el porqué decides no tenerlos sino la cantidad de preguntas que surgen una vez que sabes que no hay un niño en tu futuro.
¿Qué tipo de vida queremos tener como pareja?
¿Qué nivel de vida podemos tener si no hay colegiaturas por pagar?
¿Dónde queremos vivir si el único trayecto a considerar es el de la casa al trabajo, sin repartir niños?
¿Cómo vamos a construir y conservar las amistades con otros adultos?, ¿cómo hacer espacio en esas amistades si algunas vienen con niños?
¿Cuánto queremos viajar aprovechando que no hay que conseguir quien cuide a las criaturas?
¿Quién me va a cuidar en mi vejez si no tenemos hijos que nos puedan echar la mano?
¿Con quién vamos a convivir si no vamos a tener un hijo al cuál invitar a comer los domingos?
Y en mi caso, que soy hija única, ¿qué va a pasar con todo lo que acumule si ya no hay otra generación más a la cuál dejarle herencia? (y si crees que estoy exagerando, esto me lo preguntaron mis amigas).
Algunas de esas respuestas están en proceso de ser contestadas, otras aún no tengo idea de cómo responderlas y unas más se contestaron desde el principio.
Por lo pronto estoy aprovechando el lujo de los recursos adicionales que tengo para hacer todo el ejercicio que el cuerpo aguante, leer todo lo que quiero, aprender tantos hobbies como puedo acomodar en mi horario, convivir con mis papás aprovechando que siguen conmigo y consentir a los sobrinos (que aunque sean hijos de mis primos, yo me considero su tía).
A fin de cuentas, si pongo atención tengo muchos ejemplos de mujeres que tomaron la misma decisión que yo y disfrutaron al máximo de una vida sin niños, ya sea solas o en pareja. Y una parte de mi desea ser también un punto de comparación para la siguiente generación, un punto que pruebe que puedes tener una vida plena y feliz sin necesidad de irte por la opción de ser mamá. A fin de cuentas, si no celebras el 10 de mayo, tienes otros 364 días para inventarte una celebración.